Tú puedes decir que no
Antes de escribir esta bitácora para desahogo propio y remedo de plumillas de tres al cuarto, tenía la costumbre de llenar cuadernos con fragmentos de obras, desgajes de poemas, párrafos de artículos de opinión o frases tomadas de alguien que hablaba por la radio, que oía por la calle o escuchaba en alguna conversación. Recogía todo aquello que, por cualquier motivo, llamaba mi atención. Por aquel entonces pensaba que todo estaba dicho y escrito, que no valía la pena el esfuerzo de rescribir lo que otros, con mayor acierto ya lo habían expresado y sin embargo de manera compulsiva traladaba al papel cuanto leía y escuchaba. Esta tarea absurda de copista se prolongó en el tiempo hasta que, ¡imbécil de mí!, pretendí engañarme con algo que pareciera propio.
El amanuense emborronaba cuadernos, que luego destruía, con la misma frecuencia que ahora escribe esta bitácora. Hace días encontró uno de aquellos cuadernos que debió librarse de la trituradora. De todo lo anotado sólo consideró oportuno recuperar estos versos de los que olvidó titulo y autoría:
Tú puedes decir que no, y esconderte,
tapiar todas las puertas,
suprimir las rendijas por donde intente, pálido,
filtrarse el sol desnudo de mi vida.
Tu puedes huir del fondo de mi sueño
y evadirte de la sincera magia del recuerdo imborrable,
mientras todas las manos se tienden al vacío.
Tú puedes decir que no.
Leer un largo libro y, sin pensarme,
quitar el polvo gris de mi otra sombra,
estrujarme, crujirme ente los dedos
fieles de tu memoria,
dejando sólo el polen de mi ausencia,
junto con la ceniza y el despojo final de tu cigarro,
muerto en tu cenicero.
Bien. Tú puedes decir que no,
pensar que no fue nada,
que tú y yo nunca fuimos esa música
oculta en los rincones de la ciudad dormida.
No creer en mi beso,
figurártelo lívido, sin vida,
sin oír qué, fantasma te humedece los labios
y te los hace míos cuando hablas
Te los hace míos cuando hablas ¡qué bien suena!
… yo solo tomaba notas mínimas de las excursiones por la montaña que hacía, con las que luego rellenaba unas pequeñas fichas que conservo y utilizo, gracias a las que sé lo que se tarda en llegar a determinadas cimas desde según que punto de partida. A escribir más intimamente, o de otras cosas, empecé hace unos 3 años, y a hacerlo público poco más de un año.
¡Qué osadía la mía!
Un beso y buen día PAQUITA
Tus palabras me recuerdan demasiado a cosas vividas…tengo aún un buen número de poemas y escritos que hoy los leo y me hacen sentir lo suficientemente mal como para no estar mucho tiempo leyendo pero lo suficientemente bien como para no tirarlos a la basura.
Al final nada de lo que haces es estúpido. Será más o menos efectivo, pero no es inútil, no del todo. Por ese poco (a veces mucho) merece la pena.
Salud y…república.
Cómo se tiran los sentimientos, aunque sean expresados por escrito? Quizás el fín de todo, es el desahogo.
María
http://laislaesmeralda.blogspot.com