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El libro; placeres y vicios

31 marzo 2009

De los libros, como del teatro, siempre se afirma que están en crisis. Cuando no es la errónea aseveración de que hoy no se lee, es la sempiterna escasa calidad de lo que se publica. En esto, como en tantas otras cuestiones, suele aparecer el ejército melancólico, pertrechado detrás del falaz y nostálgico latiguillo de que cualquier tiempo pasado fue mejor. De un tiempo a esta parte, se afirma que Internet supone un peligro para el libro. Precisamente lo mismo que se advirtió cuando el cine comenzó a llevar a sus pantallas adaptaciones de novelas o cuando la televisión se instaló en los hogares y sin embargo, las adaptaciones televisivas y cinematográficas han favorecido la difusión de muchas obras y la venta de los libros adaptados. Probablemente nunca supe apoyarme en buenos ejemplos pero, el éxito editorial de las diferentes ediciones de Harry Potter lo es, en buena parte, por sus adaptaciones cinematoráficas.

El libro tendrá mejor o peor salud pero difícilmente será suplantado por el ordenador. Llegar a casa y coger un libro, sopesarlo, pasar los dedos por sus páginas y crear ese clima intimista que se establece entre el libro y el lector es algo que todavía no se consigue con la pantalla del ordenador.

El título de este post hace referencia al gozo que proporciona la lectura y, sin embargo, no toda lectura resulta placentera. Recuerdo la angustia que me producía cuando, durante el Bachillerato, estábamos obligados a leer los clásicos. Joder, ¿pretendían acaso que odiáramos la lectura? ¿Qué joven de 15 años puede “engancharse” a la lectura con libros en castellano antiguo? Luego, excluidas las imposiciones, la lectura se convirtió en una especie de necesidad vital. Pero el placer, el auténtico placer de leer, lo encuentro en la relectura incluso de aquellos clásicos que, durante un tiempo usé como somníferos. Cuando conocido el argumento y los personajes, cuando la trama ya no nos sorprende y de su lectura quedan desechados, por conocidos, los trucos que el autor utiliza para mantenernos enganchados, entonces es cuando su lectura se saborea de manera especial y puede decirse que leer es placer.

Tengo distintos “vicios” en mi relación con los libros. Uno de ellos consiste en preferir el escrito en español al libro traducido. Se trata de evitar la injerencia del traductor. Aunque el bueno de Saramago dijera que los escritores hacen la literatura nacional y los traductores la universal, yo prefiero la literatura sin intermediarios. Ocurre, sin embargo, que uno dista mucho del políglota y, en la carencia, llevo la penitencia. En realidad, no leo solo a quienes escriben en este idioma que uso de manera deficiente; ni quisiera emular al nacionalista papanata que hay en cualquier parte, y tampoco estoy por cerrar puertas que, por otra parte, ya se cierran solas. Disfruté con la buena literatura escrita en otras lenguas y, aunque prefiera la lectura en el idioma del que me valgo para comunicar, reconozco que la lectura sin fronteras también ayuda a descodificar la realidad y ampliar horizontes.

Otro hábito consiste en ceder el libro acabada su lectura. Regalarlo a cualquier amigo o dejarlo “olvidado” en el autobús, la terraza donde tomé la última cerveza fresca, en un parque, en cualquier sitio. La casa siempre resulta pequeña. Sólo conservo aquellos que supongo volveré a leer o los inevitables libros de consulta, aunque para consultas, mejor, ahora sí, “on line”.

El tercero de los vicios es el de nunca leer un libro de éxito en plena campaña promocional. No tengo justificación para actuar así, salvo la tendencia a pensar en el engaño de este tipo de campañas publicitarias. Cuando recibo algún regalo de un libro en plena jolgorio promocional lo coloco en las estanterías y a esperar que se acallen los ecos de la promoción.

El libro electrónico tendrá su mercado pero el libro impreso nos proporciona unas sensaciones difíciles de sustituir. Un libro bien editado siempre resulta mejor que ese mismo libro en una mala edición y en esto consiste la última manía. Cansado de perder la vista en las ediciones de bolsillo, hoy no caigo en la tentación si el libro no está bien editado. En todo caso, y manías aparte, se trata de leer.

16 comentarios leave one →
  1. 31 marzo 2009 4:17 pm

    D. Júcaro, es usted un maniático –con perdón–, mira que no guardar todos los libros. Oiga, si no tiene sitio me llama y voy a por ellos, ¿qué es eso de dejarlos en el autobús olvidados a propósito?

    Salud y República

    • 31 marzo 2009 5:25 pm

      Rafa, para qué conservar un libro que no te dijo nada especial y que no piensas volver a leer ¿para hacer ostentación ante los amigos?,¿para darte la paliza cuando toca limpieza? Es costumbre deajar esapcio para futuiras adquisiciones.

  2. 31 marzo 2009 4:18 pm

    Sufren nostalgia del pasado los que no lo conocen, cuyo clasismo literario ya conocemos, en cierto cuento decía que el mayor criminal de la historia fue Guttenberg, porque elevó hasta el vértigo el número de textos innecesarios. Cierto es que se publica mucho, que todo el mundo (o casi) puede publicar, hasta el punto de que cierto editor que conozco bromea diciendo que si todo el que escribe un libro, leyera un libro, la industria editorial sería más rentable que el tráfico de armas. También es cierto que mucho de lo que se publica viene determinado por la moda o la actuliadad más inmediata y que desaparece como hojas de hierba. Pero también se publican cosas muy buenas, y los géneros que un Sanedrín de sabios decidió llamarlos menores se están reivindicando con títulos de altísima calidad, tanto literaria como argumental.

    Saludos!

    • Júcaro permalink*
      31 marzo 2009 5:37 pm

      Theo, quienes se dedican a etiquetar los libros desperdigando epítetos o enviando al ostracismo parecen ignorar que el tiempo coloca a cada cual en su sitio. La historia de la literatura, como de otras artes, está cuajada de artístas y obras catalogadas como obras maestras que no resistieron el paso del tiempo; tamnién de quien no fué reconocido en su momento y con psoterioridad fue encumbrado.¿Cuanto de marketing hay en el éxito y reconocimiento de un libro?

      Los suplementos culturales de los medios están cargados de intencionalidad publicitaria. ¿Acaso es casual que Babelia dedique especial atención a las obras editadas por empresas vinculadas a El País?

      • 31 marzo 2009 5:59 pm

        Deje de leer Babelia, entre otras cosas, por eso mismo. También por tanto intelectual a la violeta, gafapasta, que sólo leía lo que salía allí, y que lo reseñaba citando Babelia y no lo su parecer. Otro motivo fue cuando un libro de viajes se definía como ‘una moderna Odisea’, y ya estoy cansado de tópicos literarios, como que todo libro de viajes sea una ‘interpretación de la Odisea’, toda pareja dispar una ‘reinterpretación de Sancho y el Quijote’ y parecidos. Es evidente que cuando un listado de libros se elabora no desde la calidad sino desde las ventas, ya no estamos hablando de fenómenos literarios, sino de fenómenos de mercado con el libro como excusa, no como argumento.

        Saludos!

        • 1 abril 2009 6:54 am

          Dedicarse a la literatura de manera profesional o a la crítica literaria -también podría valer para el periodismo político o de opinión-; dedicarse a escribir y publicar, tendría que ser un acto de seriedad y rigor. Con cuatro frases reiteradas hasta la saciedad no puede construirse un texto. Hay mucho cliché, como dices, y un buen ejercicio para el profesional de la escritura, sería el desmontar las inercia repletas de lugares comunes. Ocurre que, demasiadas veces, les puede la urgencia y el contrato con la empresa editora.

          En refrencia a Babelia, le diré que lo peor no es tal o cual periódico sino desnococer qué hay detrás del medio.

  3. 31 marzo 2009 5:12 pm

    Temazo que da para largo, Júcaro.
    Me hice detractor del libro electrónico nada más que me avisaron de su inminente generalización. Deseo tanto que no prospere como que no sea esto un tempranero gesto reaccionario mío.
    No te falta razón con los éxitos de ventas: Stieg Larsson puede esperar.

    Estoy con Rafa – vaya dos fetichistas estamos hechos.

    • 31 marzo 2009 7:32 pm

      David; hacía tiempo y Tropel empieza a rellenar páginas lo que supone una alegría. En cuanto al tema, te diré que más que detractor del libro electrónico prefiero el impreso; sobre el primero si está a nuestro alcance bien, tenerlo a un clic es una ventaja para una consulta, oar un vistazo pero para una lectura íntegra, no tengo dudas. Sobre fetichismo aunque segurmente hay mayor dosis de fetichiso en quien atesora libros como reliquias que en quien se desprende de ellos una vez usados. Sí, a un buen número de libros que caen en mis manos les doy el mismo uso que a la servilleta de papel. Un abrazo.

  4. 31 marzo 2009 5:16 pm

    ¿ Has escuchado una propuesta -no sé de quién ni de dónde-, para cobrar supuestamente 0,20 Euros por cada libro prestado en biblioteca ?

    Si ello fuese cierto (en Andalucía, espero que no), sería una auténtica insensatez y un retroceso inquietante en la socialización de la cultura. No por la cantidad, más bien ridícula, sino por el hecho en sí.

    Eres un lector empedernido y «maniático». Benditas manías.

    Yo también reconozco que leer los clásicos con 15 años es casi un abuso para una edad de ignorancia en tan corta vida. Los tiempos han cambiado, afortunadamente. Lo importante es que a nuestros adolescentes de hoy día, les inculquen la lectura agradable y les fomenten el hábito progresivo del hojeo y la lectura. Con el tiempo, serán ellos quienes nos demanden esos libros, los de siempre.

    Dicen que el único placer que supera el acomodo de leer, es el gusto de escribir.

    Un abrazo. Toni Sagrel.

    • 31 marzo 2009 9:22 pm

      Se habló mucho del canon por préstamo de libro en la bibliotecas públicas pero, en la Ley 10/2007 De la lectura, del libro y de las bibliotecas, está recogido en su artículo 13.5 que: «Los ciudadanos accederán a los servicios básicos de las bibliotecas públicas de forma libre y gratuita». En consecuencia ni en Andalucía ni en Asturias puede aplicarse ese precio.

      Lo de lector maniático sí; empedernido lo fui hace algún tiempo, ahora reconozco que leo menos de lo deseable y hablas del gusto de escribir pero en ocasiones es un tormento aunque nuestra empresa sea tan liviana como la de editar algunos post por semana.

  5. 1 abril 2009 12:44 am

    Reconozco un egoismo inmenso en mi relación con los libros, yo, al contrario de Júcaro, no sólo los colecciono, los atesoro.
    Es cierto que no siempre colman nuestras expectativas alguno de ellos, pero no por eso les privo de un espacio en mis estantes, pienso de verdad que todos tienen algo de especial, aunque sólo sea una edición bien cuidada, lo que evoca de personal la imagen de su portada…
    Si, reconozco un egoismo inmenso en mi relación con MIS libros, que no presto, y que por supuesto no regalo, que cuido con, quizás, esmero desmedido.
    A lo mejor es por que me crié en una zona rural con muy pocas librerías, en realidad con ninguna, en mi pueblo se compraban los libros en la papelería, y dejando de lado los que imponían los planes de estudio, había poco donde elegir, en mi caso es cierto aquello de que no escogía los libros, si no que eran ellos los que me escogían a mi, uno no leía lo que quería, uno leía lo que, literalmente, podía.
    Si, seguramente sea por eso que ahora escojo mis libros, los atesoro, los cuido hasta la exageración, y no los presto, y por supuesto tampoco los regalo.

    Salud y república!!
    Nexus.

    • 1 abril 2009 10:27 pm

      La relación especial por vivir en zona rural nos une, Nexus. Hasta que no salí del pueblo para estudiar, no supe lo que era entrar en un librería y perder gozosamente el tiempo buscando por las estanterías. Nunca pedía ayuda para localizar el libro que iba buscando, quizá porque casi nunca buscaba alguno en concreto. En mi pueblo tampoco había librería y para mí era una especie de ritual acercarme, una vez al mes a cualquier librería para celebar aquella ceremonia de búsqueda de algún libro. Saludos

  6. 1 abril 2009 6:52 pm

    Llego un poco tarde al post, ya habéis dicho muchas cosas con las que me identifico: la lectura de libros impresos es mucho más placentera que la lectura en pantalla, nunca leo las críticas literarias (aunque muy al principio leía Babelia, por la novedad), tengo mis autores preferidos de los que procuro leer casi todo, y soy de los que guarda los libros… Los guardo porque mi sueño era tener una buena biblioteca en el salón de casa, de esas que salen en las películas, con escaleras y todo (tendré que seguir soñando), y porque creo que son un buen legado para mis hijos. Y una manía es que nunca he podido hacer anotaciones en un libro, es superior a mis fuerzas, ni notas ni subrayados.
    Un abrazo.

    • 1 abril 2009 10:32 pm

      Pues en esto si que nos diferenciamos, Salva. Entre otras cosas, me gusta llenar de notas y marcas los libros que leo. No lo hago con todos pero hay algunos que son una tentación para señalar una frase, un concepto o escribir lo que te sugiere en el momento de la lectura. Luego, cuando al cabo del tiempo vuelves a leer aquel ejemplar me sorprende las anotaciones y algunos subrayados. Es una buena experiencia.

      • 2 abril 2009 9:46 am

        No tengo duda alguna de que las notas y los subrayados en los libros son muy útiles y que no es mala costumbre hacerlo, pero es superior a mis fuerzas 😀
        Manías de niño con poquísimo (ningún) dinero y que veneraba los libros. Manías en todo caso.

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