Yaz no es jazz
A Juan, a quien no le gusta los académicos de la Lengua ni probablemente el jazz
Es costumbre de quien redacta este blog, distraer el tiempo buscando palabras en el diccionario. Pasar páginas y detenerse en algunas de ellas, leer sus definiciones y las distintas acepciones, es un entretenimiento que se remonta a las tardes de sopor y aburrimiento escolar. Este pasatiempo, me llevó recientemente a la palabra yaz. Así escrita, yaz, resulta poco reconocible pero al pronunciarla recuerda cierto tipo de música que escucho con frecuencia y de la que escribo alguna que otra vez.
Dicen que la tarea de los académicos de la Lengua consiste en limpiar, fijar y dar esplendor, introduciendo reformas en la ortografía, incorporando nuevas palabras, añadiendo acepciones o admitiendo vocablos procedentes de otras lenguas, y todo ello con el propósito de mantener vivo el idioma y actualizado su vocabulario. De esta manera, en cada nueva edición del DRAE, aparecen palabras que circulaban entre nosotros sin el certificado de oficialidad pertinente expedido por la Real Academia Española y que, al recogerse en su diccionario, adquieren el visto bueno y la legalidad académica.
Dada la riqueza léxica del castellano, algunas de los vocablos que usamos podrían sustituirse por otros. A modo de ejemplo, utilizamos el término blog cuando podríamos, por simplificación del cuaderno de bitácora, usar bitácora. Pero se impone, ya se ha impuesto, el vocablo anglosajón al castellano y probablemente, en las próximas ediciones del DRAE, aparezca blog como novedad aunque sería deseable que el bloguero, persona que administra, escribe o actualiza un blog, se imponga al blogger que acomete esas mismas tareas.
No hay que rasgarse las vestiduras. Puristas e inmovilistas de la lengua y todas las esencias, deberían saber que el castellano recoge en su léxico palabras que tienen el origen en las aportaciones de las diferentes culturas; matemáticas, abogado, almohada o sabotaje son palabras que aceptamos como propias aunque procedan del griego, latín, árabe o francés respectivamente. A mediados del siglo XX, cuando Estados Unidos se convierte en el referente mundial, nuestra lengua no permanece ajena a esa realidad ni a su predominio económico, político y cultural. Desde entonces muchos términos nos llegan del imperio aunque los aficionados al fútbol ya utilizaran órsay, penalti o córner para referirse a distintos lances de este deporte.
Si en 1970 el DRAE recoge la palabra yaz, en su primera acepción, como cierto género de música bailable derivado de ritmos y melodías de los negros norteamericanos, en la segunda se refiere como la orquesta especializada en la ejecución de este género musical. Tan peculiar «castellanización» se mantiene en la edición de 1984 , en la de 1989 y en la más reciente de 1992 para desaparecer del diccionario en 2001 donde se admite la voz inglesa jazz y se actualiza su definición.
En el tira y afloja constante entre la comunidad de hablantes y los «vigilantes» de la lengua se producen distorsiones; también, alguna paletada académica. Cuando en la edición de 1970 del DRAE se incorpora la palabra yaz, ignoro cuantas veces se había usado así, con esa grafía en noticias, artículos, o literatura de la época. Nuestros académicos deciden escribir yaz por jazz y ante el rotundo fracaso de la propuesta -ningún grupo de ilustres, por muy doctos y sensatos que pudieran ser, tiene capacidad para imponer su criterio-, se demoran en corregir el despropósito 21 años. Entonces, no sabría determinar si provoca mayor perplejidad la decisión de proponer esa castellanización del término o el tiempo transcurrido para corregir el entuerto.
En principio te diré que me gusta más denominar a nuestro idioma como español. Sobre todo porque así lo llaman las más de 20 academias -de distintos países- que lo comprenden y aplican. Y además, como andaluz que soy, pues no sé hablar ni pronunciar correctamente el denominado «castellano» de Castilla. No sólo por el acento, sino por esa gran cantidad de palabras y acepciones propias que tenemos en Andalucía y que desconocen los castellanos.
Cuando entré en los» blogs» pensaba que la palabra (cándido de mí) era una derivación de la española «bloc». De hecho, es un bloc (o cuaderno o libreta) en donde escribes y haces anotaciones para ser leídas y compartidas.
Lo de cuaderno de bitácora, pues no lo entiendo demasiado. ¿ Dónde está el barco ?
Lo de «blogger» , pues me parece una pedantería. Lo correcto es bloguero. Creo.
No entiendo esa manía de poner «palabros» ingleses cuando escribimos en español. Aquí exceptuaré los deportes, por cuestiones obvias. Aunque afortunadamente decimos «baloncesto» en vez de «basket-ball».
¿ Por qué escribir «yaz» si se pronuncia «yas» ?
Un abrazo.
Toni, uso indistintamente la denominación español o castellano para referirme a nuestro idioma aunque en la diyuntiva de tener que elegir también me quedo con el de español por las razones expuestas.
me gusta la palabra bitácora aunque no tenga barco. Por ello escribo que podríamos usar esta denominación » por simplificación del cuaderno de bitácora». En esto rteconozco que soy minoría y que blog es la palabra más usual para denominar estos espacios.
En cuanto a la palabra jazz, lo correcto es escribirla así con jota y la doble zeta. No veo la necesidad de hacer esas transformaciones, esa nacionalización de términos. En un mundo globalizado, parece normal el mestizaje, las influencias de ida y vuelta; cuando dispongamos de palabras autoctonas para denominar algo hagamos uso de nuestro léxico, en caso contrario aceptemos las foráneas evitando, en la medida de lo posible, esas trasnformaciones en ocasiones tan estrambóticas como innecesarias.
Un abrazo
Interesante artículo y las puntualizaciones de alfa79. Volveré.
Salud
Al final hablaremos como querramos, las Academias, lentas en sí mismas para sacar los diccionarios, no son prescriptivas sino descriptivas, y siempre han preferido el término castellano al barbarismo (fíjense en la connotación negativa que trae ese propio término) y la castellanización sobre el uso del término tal cual lo importamos, y esto último lo veo lógico, así evitamos meter más excepciones a una lengua llena de ellas. Pero contra el uso no se puede pelear, estamos abocados a romper nuestras reglas, y los alemanes lo hacen sin problemas, y eso que les decimos cuadrados.
Sobre la lentitud para sacar el término yaz, pues es raro que eliminen del diccionario una palabra con tan poco tiempo de vida (¿solo 21 años en total?), ahí en el diccionario están otras, bastante desusadas (la verdad es que no veo tan claro que se eliminen las desusadas, se deberían mantener con el cartelito que indique esa condición y punto). Pero claro, en los sesenta y setenta se pusieron más prescriptivos que descriptivos, y de esas aguas estos lodos. Eso sí, ahora indican bien que todo extranjerismo escrito como en la lengua madre debe ponerse con bastardillas u otra forma identificativa, fíjense cómo jazz aparece en cursiva en el diccionario.
¿Por qué se debería preferir bloguero a blogger? A fin de cuentas estamos en las mismas, bloguero es una castellanización de blogger, es lo que llevó a introducir palabras como la defunta yaz, cederrón, o antaño güisqui (que por cierto, sí era muy usada aunque ahora la veamos como bicho raro, vean cualquier periódico de hace cincuenta o sesenta años). Prefiero bitácora y bitacorero, y en esta preferencia me veo acompañado por el Panhispánico de Dudas, a sabiendas que las mayorías usan la otra terminología, y que solo entre bloguero y blogger hay batalla, pues los de las bitácoras las perdimos tiempo atrás, y bitacorero es tan neologismo como bloguero, así que no hay derecho alguno de uno sobre otro.
Buena entrada en todo caso.
Hasta luego 😉