Notas de una gran jornada electoral
Sin duda alguna, Madrid ha escrito el pasado domingo la más hermosa y edificante página de su historia política desde que es sede de la capital de su reino. Sin disturbios, sin algaradas, con la serenidad y firmeza de quien se sabe dueño e instrumento, a la par, de una alta idea fecunda, cuajada bajo todos los signos de la honestidad y decoro ciudadano, ha dicho su palabra definitiva en el acto plebiscitario, y se ha puesto a esperar los acontecimientos que la elocuencia de su actitud habrán producido, de fijo, cuando estas líneas se publiquen. Esta severidad en el procedimiento, este espíritu combativo, sofrenado por un lado en la confianza en la plena virtualidad de la idea, y de otro, por un exquisito miramiento de no dejarse arrastrar, prematuramente, por los aires embriagadores del triunfo, acaso sean únicos en la historia de los grandes movimientos democráticos, y,desde luego, lo son en la Historia de España, en la que inútilmente buscaríamos página semejante, así en sus líneas externas como en su henchida significación política.
De radical revolución de la conciencia española ha calificado un clarísimo espíritu a la jornada del domingo, y a fe que no podríamos hallar palabras más justas y precisas que expliquen su esencia. Madrid, hundido en el sopor de una indiferencia suicida desde la Restauración al Golpe de Estado, opreso más tarde por todas las ligaduras del silencio, en los años ominosos del poder dictatorial, apenas se lo ofreció coyuntura propicia para manifestarse con libertad adecuada a sus designios, dijo enérgica y paladinamente cuáles eran éstos, y con un valor cívico, con una gallardía y un acento tan rigurosamente varonil que los sordos habrán de escucharles por fuerza, y han de ver los ciegos la limpia lumbre de esta voluntad intorcible y obstinada.
[…] Mujeres en los comicios. Esta fué la nota más grata y significativa del acto que venimos comentando. Mujeres del pueblo, con su desgarro y rumboso decir; damas y damiselas, finamente ataviadas, rivalizando en ardimiento y empuje con las de la híspida greña jacobina, que dijera un clásico de nuestro tiempo. No hay que decir que unas y otras vibraban al conjuro de una misma idea: la que simbolizaba la conjunción republicano socialista.
CRÓNICA
Madrid, 19 abril de 1931
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¡AY! Tenga cuidado, avísenos de sus intenciones, que casi me da un vuelco el corazón republicano tricolor. En fin. Ya veremos si algún día llego a ver mi bandera ondeando en España; no quisiera morir sin verlo, y aunque voy ganando esperanzas me parece que paralelamente voy juntando reveses, así que no sé cómo acabará todo esto. Salud y República.
A ver si pronto vemos esa realidad constatada en la práctica, yo tampoco me quiero morir sin ver ondear la bandera republicana ondeando en España.
Recibe un abrazote amigo.
Yo tampoco quisiera pero queda mucho por delante.