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Zapatero, presidente

21 diciembre 2006

Alguien planificó la estrategia; Zapatero era un frívolo sin criterio ni opinión, la vaciedad absoluta. Desde que accediera a la presidencia del Gobierno el cúmulo de insultos que recibe es muy prolijo y extenso, de lo más variado que se pueda imaginar y se dice que algunos andan con el diccionario en mano por ver si encuentran algún “descalificativo” que todavía no hayan usado en su contra. Sin embargo, se equivocan quienes minimizan su capacidad, quienes le consideran vacío de contenidos y quienes repiten eslóganes sobre su ambigüedad o falta de criterio. Porque hasta la fecha ha demostrado todo lo contrario.

Zapatero nunca lo tuvo fácil. Desde el primer día tuvo que hacer frente a la cuadrilla política y mediática de quienes nunca digirieron los resultados electorales. O bien le ayudó ETA o llegó a la Moncloa en un tren de cercanías.

Lo que parece demostrado es que no se arruga ante la adversidad ni ante el diluvio mediático. Cuando Rodríguez Zapatero apuesta por una acción cualquiera, ya sabemos de su constancia y de su obstinación para sacarla adelante. Hasta la fecha se afana en cumplir sus promesas electorales y su compromiso con los que le pedíamos, “no nos falles”. Otros le afean, todos los días, cada medida, gesto, palabra, silencio, iniciativa o reforma. Particularmente, con la excepción de su condescendencia para perpetuar los privilegios de la iglesia católica, el balance de gestión es positivo. De Zapatero y del PSOE no se puede esperar una revolución pero su apuesta ha sido valiente y se avanza en buena dirección. Lo evidencia la reacción furibunda de la caverna.

Cuando apostó por la paz, para evitar suspicacias, fue al Parlamento demostrando sentido de Estado y valor porque sabía de la reacción destemplada de la derecha antidiluviana. Otro pudo contactar, acercar presos, manifestar su disposición al “perdón y generosidad” o denominar “movimiento de liberación” a lo que simplemente era una banda de terroristas. Entonces, nadie se lo reprochó. Cuando ETA volvió a matar, no se hicieron lecturas partidistas para sacar unos tristes votos ensangrentados. Entonces hubo lealtad, dignidad y sentido de Estado en la oposición y en los medios. Ahora cuando le toca a él buscar la paz todo es traición, claudicación y entreguismo a los etarras y batasunos.

Para hacer frente al terrorismo nunca hubo tanta discrepancia entre las formaciones parlamentarias. Ahora se pretende reconducir la situación pero, ante la reunión con Zapatero, Rajoy esboza peticiones que contradicen aquello de que la política antiterrorista la dirige el Gobierno y evidencia su forma de actuar y concebir la política. Afirma Rajoy, entre otras cuestiones, que debe garantizarse el que Batasuna no debe presentarse a las elecciones -siempre pensé que esta cuestión la dirimía la justicia y no el gobierno- y que no se entregue Navarra. Sobre Navarra el Gobierno se ha pronunciado en muy diversas ocasiones pero algunos tienen puestas las orejeras y la verdad sobre Navarra no les interesa, les resulta más rentable persistir en la demanda, propagar la duda e insistir que Navarra será moneda de cambio aunque sepan que no es así.

ZP arriesga. Sabe que la paz no es fácil y que ésta merece el intento. ¿Qué podríamos pensar de un presidente que no intentara acabar con el terrorismo? Convencido de actuar bien, Zapatero parece aguantar con buen tono los desprecios e insultos que le dedican un día sí y otro también. Y en un gesto que le honra declara que: “Nunca me oiréis decir que el proceso no ha salido por el PP; ni lo he dicho ni lo diré y la responsabilidad es mía»

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