Gaza; el mapa del exterminio

Hay gente pa tó. Algo así pienso cuando releo a Hermann Tertsch desvariar en su desatino o cuando accedo a tanto plumífero de parte, dispuesto a justificar la masacre. Sostiene Tertsch, y muchos otros, que Israel debe defenderse con toda la contundencia necesaria ante la sistemática agresión de que es objeto pero, ¿quién es el agresor?

Era por mayo cuando un tercio de la población de Gaza sin luz y sin pan por falta de combustible industrial, por el bloqueo israelí. Entonces, ¿quién es el agresor? Si la escasez de agua estrangula Gaza, ¿quiénes son los agredidos? Si escasean los alimentos y las medicinas, ¿quién agrede? Si un pueblo es ocupado y masacrado, ¿negamos el derecho a la resistencia? Son tantos los ejemplos que no es preciso tirar de hemeroteca. El ataque constante para arrebatarles las tierras, para impedir el paso de alimentos y la ayuda humanitaria, para negarles los recursos básicos de subsistencia, ante la permisividad y el silencio cómplice de la comunidad internacional, parece que no cuenta. Entonces, en una pirueta imposible, se nos quiere presentar al agredido como agresor. Pero, ¿quién agrede a quien?

Será que la realidad nunca es tal como pensamos que es. Pilar Rahola, por ejemplo, escribe sobre la soledad de Israel, para concluir que no está tan solo. Como si ignorásemos al amigo americano o la comparsa de la UE. Si alguien está solo es Gaza, por mucho que salgamos a la calle o por estruendoso que sea el clamor de la blogosfera.

Juan Goytisolo, en un interesante articulo, se preguntaba recientemente, si era necesaria esta prepotencia militar para poner fin al lanzamiento de cohetes sobre ciudades cercanas a la Franja de Gaza. Unos días antes, Ramón Cotarelo puntualizaba que era necesario recordar que esas ciudades del «sur de Israel» son en buena medida el «norte de Gaza», ocupado por los judíos desde 1966.

Mejor que tirar de hemeroteca, siempre susceptible de interpretaciones, encuentro en la blogosfera -gracias a las buenas artes de Rafa, Jon Kepa, Ana Asuero o Roy Jiménez entre otros- la evolución del mapa. Entonces, sobran las palabras, las teorías justificativas o la disyuntiva entre masacre o genocidio. Todo está en los colores de los mapas. ¿Quién es el agresor? ¿Quién el invadido? ¿Quién terrorista?

La contundencia que defienden los tertschs de turno, cuando la barbarie israelí se intensifica, avalan estos días de terror y muerte: ataque a la sede de la agencia de la ONU para los refugiados en Gaza, bombardeo de un hospital, de una escuela, de un edificio habitado, de una ambulancia o la negativa a dejar pasar, en aguas internacionales, un barco cargado de ayuda humanitaria. Toda esa contundencia que defienden quienes nos llaman antiisraelíes y otras memeces, dan por bueno la masacre que niegan llamar genocidio. En nombre de ese derecho a la defensa que esgrimen, se aplaude y vitorea el que toda una población sea encerrada en otro guantánamo; se tolera que su población civil sea bombardeada, abrasada con el fósforo blanco, sometida a la escasez de alimentos, agua, medicinas y todos los recursos básicos para la subsistencia.

Ya no queda nada por destruir, declaraba con angustia María Velasco en la Cadena Ser. Cuando todo esté definitivamente destruido, cuando el pueblo palestino sea nuevamente arrinconado, encerrado, y reducido a un trozo más pequeño aún, en el mapa de la vergüenza -¡mirad la evolución del mapa!-, entonces se levantarán los grandes prohombres de la paz y, sobre el odio y con la sangre de centenares de inocentes que dejaron asesinar en el matadero de Gaza, avalarán infames tratados de una paz inútil. Y estos días que nos estremecen, volverán a repetirse una y otra vez hasta la destrucción total. Cuando eso vuelva a ocurrir aparecerán nuevamente los plumíferos de turno para llamarnos antiisraelíes.