Cuba; reforma laboral

No sabemos si en Cuba se pasará de la revolución a la involución o si el camino que se emprende es el sostenimiento adaptado de su propia (R)evolución. Sea como fuere, las bellas utopías y los encendidos discursos ya no pueden frenar lo inevitable: «o rectificamos o nos hundimos», sentenció en diciembre Raúl Castro y en enero conocemos una durísima reforma laboral que, ríase usted de la nuestra.

Lo llaman reestructuración laboral  pero, sin eufemismos, se trata de eliminar medio millón de puestos de trabajo del sector estatal, que serán 1.200.000 en un par de años. En otras palabras, se pretende reducir un 25% de  empleados públicos  y funcionarios. Una reconversión laboral que tiene previsto compensar a los trabajadores que vayan al paro, con un mes de salario por cada 10 años de trabajo. En esta situación pueden encontrarse por ejemplo, cuando  regresen de Haití,  los médicos cubanos que ponen al mundo avergonzado y que tendrán que combatir otra epidemia: el desempleo. Sí, porque el proceso de reducción de plantillas en Cuba afectará a los sectores de la construcción, agricultura, industria azucarera, del turismo y a los de la emblemática la salud pública.

Leo en Granma: «Nadie debe avergonzarse de rectificar lo que no va bien. Nadie debe sentirse apesadumbrado si tiene la inteligencia, la valentía y la osadía de corregir la ruta». Y dijo  Silvio Rodríguez: «A desencanto opóngase deseo. Superen la erre de revolución». Alea jacta est.